Bandos «bitemáticos»

Te levantas por la mañana. Tomas tus tostadas con aguacate y café, con leche de avena. A veces con más tiempo y otras casi ni puedes terminarlo, y sales hacia el trabajo.

Antes de entrar, y tras aparcar el coche, te encuentras con Ramón, el portero. Al verte directamente sonríe, porque ya sabes lo que desayunas, y te da los buenos días tras comentar que a ver cuándo vas a dejar de ser un tonto vegano y vas a empezar a comer comida normal. Tú le comentas que también comes alimentos de origen animal, pero él, haciendo aspavientos con la mano, se va gritando que eso no cambia que eres vegano, y que no sabes lo que es comer.

Tienes que seguir hacia tu despacho, porque vas con el tiempo justo.

Entras en el ascensor, y te encuentras con Eva, compañera dos plantas más abajo que la tuya, que te ve guardar las llaves del coche en el chaquetón. Ella, mientras engancha el casco de su bici a la mochila, te dice que sigue sin entender cómo puedes ser tan flojo por venir en coche, y que es imposible que así el mundo pueda ser un lugar mejor, con personas que sólo contaminan sin conciencia ninguna. Antes que puedas decir nada, se abren las puertas y sale negando con la cabeza mientras te mira.

Vaya día el de hoy, mejor no haberte levantado de la cama, pensarás, porque hasta el momento parece que eres la peor persona del mundo.

La mañana de trabajo sigue su curso, y toca el descanso de media mañana para un pequeño bocata. Sales del despacho y te diriges a la máquina. Mientras metes las monedas y seleccionas el número del bocadillo elegido, uno de ensalada de pollo, María se acerca a tu lado y te comenta que deberías de ser más consciente de lo que hacen con lo que comes, y que tendrías que dejar de alimentarte con productos animales, que por personas como tú sigue el mundo como va. Te enseña su fruta y te dice que ser frutivegano es lo único que puede ayudar a que los animales vuelvan a ser libres. Sonríes mientras María se sienta en otra mesa, y tú te sientas en la que están tus compañeros de departamento.

Empezáis a comentar lo que habéis hecho el fin de semana, y cuentas tu salida de acampada con los amigos, y la ruta en bicicleta que hiciste para colaborar en la reconstrucción de una aldea de un pueblo cercano a donde vives.

¿Reconstruir una aldea? Preguntó uno de tus compañeros, mientras negaba con la cabeza. Lo que habría que hacer es aprovechar esos lugares para construir más carreteras e industrias que permitieran el progreso de las personas, y no tantos caminos para bicis y aldeas perdidas que sólo consumen impuestos. Es que los naturalistas como tú no traéis nada bueno. Si por vosotros fuera seguiríamos en la prehistoria.

Vaya tío más exagerado, piensas, pero ya sabes cómo es. Simplemente le das un par de toquecillos en el hombro y asientes de forma irónica mientras te levantas y vuelves a tu mesa a terminar la jornada.

Esto es un ejemplo de situaciones cotidianas que vivimos y que, escritas en estas cortas líneas, puede parecer un texto ridículo, sin ningún trasfondo. Pero si lo extrapolamos a temas de mayor controversia, como la política o la religión, resulta que causan disputas, peleas incluso batallas que sólo consiguen separar a seres humanos que sólo somos eso, humanos. Con nuestros matices y medias tintas. Nuestros grises y equidistancias.

Los bandos «bitemáticos» son una lacra que tenemos como sociedad, y que impide que evolucionemos. Abramos nuestra mente, y entendamos y asumamos que no es una cosa u otra, que no hay bandos, sólo personas.

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