Ganar o perder

Y al séptimo día descansó.

Partiendo de un estado unicelular se consigue salir del agua y llegar incluso a volar, para después volver a bajar al suelo y hacerse fuerte e inteligente.

Dos opciones, dos mentalidades, ciencia y fe. Tan distintos en su naturaleza pero que llevan intrínseca la misma filosofía: evolucionar hacia mejor.

Y aquí estamos, año 2018, donde el ser humano es el rey, el dueño de todo y responsable de su supervivencia. El ser que enseña a su prole a que lo importante es ser una persona buena, íntegra y honesta. Palabrería.

Principios, coherencia, valores, ética… Más palabrería en un mundo que sólo se mueve con la gasolina del éxito y de la victoria. Ni buenos, ni malos. Sólo ganar o perder.

Se nos llena la boca cuando juzgamos y mientras enarbolamos la bandera de ser mejor que alguien que etiquetamos como malo, cuando, en el fondo, casi la totalidad de la humanidad, cambia sus principios en función de lo que quiera conseguir.

Y esto no es algo que sólo le pase a los políticos. Esos personajes que vemos en la tele decir hoy blanco y mañana negro con el único interés que subir en votos para vencer. Nos pasa a todos.

Tendríamos que fijar el rumbo en ser consecuentes con lo que queremos enseñar a nuestra descendencia, en que no sólo tendría que valer el ganar, sino que vale más perder pero seguir siendo íntegro, que dejar de ser buena persona con el único fin de ser laureado.

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